Thursday, December 10, 2009

Mi nombre

Abro la espita del tiempo
Oigo canciones de corro
voces de niños que juegan
y alguien que dice mi nombre
Alguien que me está llamando
en una calle del pueblo
Grita mi nombre dos veces
y luego añade "A cenar"
Y oído en esa voz mi nombre
se despoja de acidez
Puesto en esa voz mi nombre
incluso se me hace
dulce

4 comments:

NáN said...

Es hermoso cambiar el sentido del nombre según la boca que lo pronuncie. ¿Pero a santo de qué esa acidez, amigo Saiz, para contigo?

Una cosa es no querer considerarnos el ombligo del mundo, como hacen muchos. Pero otra es no estimarnos como somos, no ponernos en la lista de reparto de sencillas dulzuras, nada aparatosas.

¿No te parece?

saiz said...

Así es, Nán. Pero a veces es más fácil ser indulgente con los demás que con uno mismo. A veces es más fácil comprender que comprenderse, perdonar que perdonarse.

NáN said...

Sí, es cierto, pero lo comprometido, el riesgo, está en perdonarse a uno mismo. Y en no conseguirlo muchas veces.

saiz said...

Oí una frase que dice "El perdón bien entendido empieza por uno mismo".

No sé bien, pero creo que tal vez la dificultad de autoperdonarse proceda de autojuzgar nuestro ayer con nuestros criterios de hoy.

Nos autorreprochamos los errores de ayer contemplándolos desde la perspectiva de hoy (y hoy sabemos cosas que ayer no sabíamos, tenemos experiencias que ayer -cuando cometimos esos errores- no teníamos).

Es fácil decir "qué torpe fui", "qué estupidez hice"..., ahora que precisamente hemos aprendido de aquellos errores. Pero no tenemos en cuenta que cuando hicimos aquello que ahora nos reprochamos, no éramos como somos ahora, no teníamos las experiencias ni los conocimientos que ahora tenemos.

Me parece que de ahí puede venir el problema: de juzgar nuestras conductas pasadas con los ojos de hoy; de no poder mirarlas con los ojos de ayer; de no ponernos en la situación en que estábamos cuando las cometimos.