Friday, September 14, 2012

Dictados


No es un dictado,
señora maestra,
ni es éste mi cuaderno de escritura
ni estamos ya en su clase de primaria.
Es mi diario,
el libro de mi vida.

Y si ahora usted corrigiera y tachara en rojo
los errores,
los equívocos
(como subrayaba en esos dictados, con rotulador rojo, las faltas de ortografía
–lo que, siendo con be, escribí yo con uve,
o las haches que omití o indebidamente puse…-),
si ahora usted corrigiera y subrayara
las equivocaciones de mi vida,
¡qué cúmulo de rayas y de enmiendas,
de subrayados rojos en mi libro!

Cuántos errores, señora maestra.

Y qué puedo decir
más que llegué al mundo sin saber ortografía;
que vine sin saber,
vine ignorante;
que nací inadvertido e iletrado.

Y que luego, cuando viví
e incurrí en todos los errores que siguieron,
tampoco nadie me había explicado
las bes, uves y haches del camino.

Tampoco entonces nadie me enseñó
a escribir los dictados de la vida.

Thursday, September 06, 2012

Soñadores



Creían en los hombres, soñaban la utopía.

No sabían de ruindad,
de abyección,
de pequeñez.

No: ellos creían en los hombres, soñaban la utopía.

Decían camaradas,
solidario,
humanidad...

Gritaban pueblo,
paz,
revolución,
mañana...

Apenas tenían ojos para lo pequeño,
para lo mezquino,
para lo abyecto,
para lo egoísta,
para lo ruin.

Creían que la hermandad de los seres humanos
disiparía la vileza del mundo.

Creían que la unidad excluiría la abyección.

Creían que la grandeza borraría la ruindad.

Y no.
No es así. No ocurre así.

Pero ellos lo pensaban.

Confiaban en nuestra altura,
en nuestro valor.

Por eso soñaban con construir la utopía.
Por eso creían en nosotros
los hombres.

Sí:
confiaban en nosotros mucho más que nosotros.
Nos pensaban más grandes,
más íntegros,
más puros.
Nos suponían más limpios de lo que en verdad somos.
Creían en nosotros más que nosotros mismos.

Tal vez siguen soñando, creyendo aún en nosotros.

Si es así,
por favor, no habléis alto.
No hagáis ruido.
Caminad en silencio para no despertarlos.

Si es así
(si aún creen,
si aún sueñan,
si aún confían en nosotros),
entonces protejamos su sublime creencia.

Defendamos, entonces, ese sagrado sueño.