Tanto tiempo ya,
señora Alegría,
sin saber de Usted,
que hasta había olvidado cómo
era su rostro,
qué se siente al verlo.
Tanto tiempo ya,
señora Alegría,
que al verla de lejos,
al verla acercárseme,
incluso al tocarla con mis
propios dedos…,
no supe que era Usted quien
venía.
(Su cara me suena,
pero ahora no caigo.)
No me encendí al verla,
no la saludé;
y no vaya a creer que fue por
desplante.
No vaya a pensar,
señora Alegría,
que no me alegro de que haya
venido.
Fue sólo que al principio no
la reconocí.