El sitio en que al rey mago (a un rey mago de pueblo, no al de la cabalgata suntuosa) le conté mis cinco años de vida…
El lugar donde mi padre, a falta de pañuelo, se quitó un calcetín y me limpió los mocos…
La habitación de las lecturas de verano, el estante con los libros redentores...
El camino de las moras (moras negras de zarza, moras blancas de árbol) y las hojas que daba a los gusanos de seda...
¿qué más da en qué estado, provincia..., en qué frontera estaban,
si esos fragmentos fijos o arrancados
sean como sean las rayas del mapa que los cerque,
si esos granos de tierra de la Tierra
donde quiera que se hallen son
mis patrias?
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2 comments:
Ojalá todos pensaran que la patria es eso, algo personal, que nadie te puede invadir, ni uno invadir la de otros.
Que es un tiempo tanto como un espacio. Que la memoria es la única arma.
Así es, Nán. Y, de paso, acabar para siempre con el concepto patrimonialista de patria, asociado al espacio de la propia tribu. He aquí el origen, la semilla de todas las guerras.
Ya está bien de comportarnos como las hormigas (defendiendo a capa y espada el hormiguero "nacional" frente a las hormigas "extranjeras"), o como los perros y otros animales (que marcan el territorio con la orina).
Ya está bien de nacionalismos absurdos (pensemos en el caso español, donde incluso hay una agrupación terrorista que asesina personas para constituir un nuevo Estado, o sea, una nueva tribu).
Parece mentira que haya gente que, a estas alturas, quiera crear nuevos Estados y nuevas fronteras, como si no tuviéramos ya bastantes con las rayitas que hay en los mapas.
Unos hombres pisaron la Luna y ¿qué fue lo primero que hicieron? Pinchar la bandera de un Estado. No la bandera de la Humanidad (creo que no existe tal bandera), sino la de los EEUU.
Da la sensación de que los hombres no hemos aprendido nada en un millón de años de humanidad, que es también un millón de años de guerras (cada vez más letales) de unas tribus contra otras.
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