Wednesday, February 10, 2010

A jugar

Jugad, niños.
Jugad todo el tiempo.
Jugad todo lo que podáis
antes de que vengan
traslados, ofertas, facturas,
ventas, consumos, finanzas,
tasas, cuotas, garantías,
formularios, agendas, currículos,
aristas, grisuras, asperezas…

Antes de que irrumpan como una horda,
antes de que se ciernan sobre vosotros,
antes de que os invadan en tropel,
jugad sin parar.

Antes de que os expulsen del
fugaz valle de la iniciación,
antes de que os destierren de la
frágil pradera de la inocencia,
jugad sin descanso.

Vamos, que el tiempo se echa encima.
Los minutos son preciosos.
No os quedéis mirándome e iros a
jugar.

2 comments:

NáN said...

Sobre todo, sed crueles, ahora que no tiene consecuencias. Y con el mismo espíritu, aceptad las crueldades de los otros.

Ponerse a prueba es lo que importa y nada impide que el temible enemigo de este minuto camine junto a ti, con el brazo en tu hombro, medio minuto después.

saiz said...

Sí, Nán, curioso momento ese de la infancia, cuando venimos al mundo vírgenes de todo, cuando todo está por descubrir, cuando cada cosa es nueva y fascinante (incluso aquello que después se nos hará trivial y anodino).

Creo que era García Márquez quien decía que después de haber cumplido 12 años ya no le pasó nada importante en su vida.

Y tampoco es un momento idílico: no hablo ya de los lugares donde los niños carecen de infancia porque deben trabajar y ganarse la vida con ocho años, pues incluso en los países desarrollados hay infancias llenas de traumas y miedos (ambientes familiares en tensión, roces y fricciones con otros niños, e incluso esa crueldad a que aludes -derivada de que los niños no suelen poner freno a actuar como sienten-).

Pero, a pesar de todo, algo especial debe de haber en la infancia cuando a muchos su pérdida nos produce una sensación de exilio, de expulsión de un lugar que, aunque ciertamente no era un paraíso, había en él algo que nos fue arrebatado. Tal vez sea la inocencia, la iniciación, la candidez... Tal vez sea que aún no nos habíamos fatigado de vivir: que aún no nos habíamos llenado de rutinas y apatías. Puede ser.