Fueron dientes de sable tus colmillos
y tus uñas gatunas fueron
garras.
En lugar de maullar, rugías al viento,
y al acecho atrapabas a tus presas.
O matar o morir:
no hay más opciones.
Pero me inclino a creer que albergabas,
que escondías también en aquel tiempo
(bajo tu corpulencia
de felino,
de forzado carnívoro que caza)
un poso de ternura
a buen recaudo
de las terribles reglas de la vida.
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2 comments:
Los gatos son elegantes y despiadados a un tiempo.
¡Hay que andarse con cuidado!
Bueno, eso creía yo hasta que tuve un gato. Lo que no son, desde luego, es sumisos como los perros. Conservan siempre un rasgo de independencia y de dignidad felina. Pero precisamente por eso resulta un gran honor que un gato se alegre al vernos, que se eche a dormir entre nuestras piernas y -especialmente- que nos ronronee. (En cierto modo, el ronroneo es la banda sonora del cariño animal.) Pero es verdad que son animales curiosos, a mitad de camino entre su ferocidad salvaje y la convivencia con los humanos. Alguien dijo que "un gato puede tener propietario, pero no puede tener dueño".
Gracias, Mega, como siempre, por tus comentarios.
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