La alegría que dura poco
en la casa del hombre
El pasado en que ya no
nos reconocemos
El futuro en que
tememos pensar
Los segundos de plomo en la niñez
a la hora de la siesta
Los minutos huidizos
en la feria del pueblo
Los días que nos cruzan
y por los que cruzamos
La sucesión de ahoras
guardada en el recuerdo
La memoria que bebe de la imaginación
Las ganas de mover las agujas
a veces adelante, a veces atrás
Las ganas de empujarlas
pero no sirve
El tic tac que puede ser parado pero
el mundo no,
el mundo sigue gira y gira
Esta experiencia efímera que llamamos vivir
y abarca ochenta vueltas,
raramente cien vueltas alrededor del sol
El físico eminente que duda
(y habla en serio)
de que exista el tiempo
mientras piensa
debo acabar ya o perderé el avión
Y nosotros
también dudosamente reales
como barcos sin ancla cautivos en su oleaje,
arrastrados por su turbio fluir de siemprenunca
¿existente, inexistente?
¿real, irreal?
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2 comments:
Veo que has vuelto con fuerza.
Los segundos de plomo en la niñez
a la hora de la siesta
Qué bien dicho y qué verdadero. Ya sabes, los días pasan despacio y los años rápido. Soy más de contar por lunas. Al final de la peli "El cielo protector", aparece Bowles en la mesa de un cafetín y se pregunta en voz alta: "¿Cuántas lunas llenas me quedan por ver?". Me parece más real y más lento.
Ahora, todo es vertiginoso.
Muchas gracias, Nán. Sea lo que sea el tiempo, más vale poder sentirlo (por cierto, ¿con qué sentido percibimos el tiempo?).
La única forma de salirnos del tiempo es morir. Para los muertos no existe el tiempo. Pero en fin: para dejar de percibir el tiempo (o sea, para extinguirnos)... siempre hay tiempo.
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