Al contrario que a las piedras del río
no nos aplana el roce de la vida
y seguimos siendo
guijarros curvos,
aristas puntiformes y
angulosas
a pesar de los golpes recibidos.
Raramente aprendemos del error
a no ser en las puras naderías
y repetimos los mismos desplomes
como si nos gustara
reeditarlos.
Pero al menos podemos escoger en qué calle serán
nuestras caídas:
tropezar en la calle del valor,
tropezar en la calle cobardía,
tropezar en la calle indiferencia...
Hay al menos tres calles
-al menos esas tres-
donde andar y
caerse.
Elijamos, pues, bien por dónde andamos.
2 comments:
Está también la del sentido, pero en esa más que tropezar nos perdemos.
Así es, Nán. Es una suerte que estés ahí, para recordarme esas cosas que me dejo en el tintero.
Gracias por tus comentarios.
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