Abro la espita del tiempo y oigo canciones de corro
oigo el rumor de unos niños jugando a olvidados juegos que sin embargo conozco
pero sobre todo oigo a alguien que dice mi nombre
alguien que me está llamando
que ahora repite mi nombre
mi nombre, sí, mi agrio nombre
me llama y luego “a cenar”
y oído en esa voz, mi nombre
se despoja de acritud e incluso se me hace
dulce.
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