En el 2500 no
son los hombres-máquinas propensos a emociones.
Aun así un hombre-máquina ha leído ese pasaje
en que en
tres ocasiones Pedro niega haber sido amigo de Jesús.
Entonces
canta un gallo y las lágrimas ruedan por la cara de Pedro.
“Y lloró amargamente”
(lo dice
así el relato,
puede que “lloró” a secas no describiera
bien).
Y aunque
los hombres-máquinas son fríos y circunspectos,
al leer ese episodio se alteran o saturan sus conexiones híbridas.
Las veces
que fue amado y no devolvió amor.
Las veces que
no estuvo al nivel de sí mismo.
Las veces
que fue infiel,
que engañó
o traicionó.
Culpas y
deslealtades del siglo 26...
No llora el
hombre-máquina
(no tiene el cibercuerpo glándulas lacrimales)
pero algo
se revuelve,
quiere ser
derramado de esos visores que hay
en el hueco
donde antes se insertaban los ojos.
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