En algún sitio del valle de lágrimas hay una casa pequeña y sencilla.
Tiene un techo de tejas en el que crece el musgo y paredes de adobe cubiertas por la hiedra.
Tiene una puerta azul que nunca está cerrada.
Tiene un patio con pozo y un árbol en el centro, del que cuelga un columpio. En él puedes mecerte a ritmo de oleaje. Su sonido recuerda el de un claustro materno.
Allí puedes quedarte todo el tiempo que quieras, porque el llorar del valle apenas te salpica.
No puedo darte un plano para ir a aquella casa. De hecho, no estoy seguro de haber estado en ella (quizá sólo la vi de lejos, en un viaje).
Pero tú has de encontrarla.
Tal vez no te sea fácil. Debes ir con cuidado.
Búscala, por favor. Aunque debas cruzar, recorrer paso a paso todo este amargo valle, por favor búscala. Deseo tanto que un día encuentres esa casa…
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