De niño me preguntaba: “¿cómo saber si lo que yo veo azul ellos también lo ven azul? Ya sé que también lo llaman así, pero ¿cómo estar seguro de que el color al que ellos llaman azul es el mismo al que yo llamo azul?”. Fue al descubrir la lectura cuando me apacigüé en este sentido, al comprobar que quienes escriben sienten lo mismo que yo. Creo que siempre me emocionará constatarlo, especialmente cuando se trata de sentimientos que hasta ese momento creía inexpresables. No puedo olvidar la impresión que me produjo, cuando tenía doce años, leer en una revista un fragmento de poema. Decía así:
Recuerdo
qué poco amé
a quien me amó
y entonces
quisiera marcharme
donde desde siempre
nos esperan
abiertos
puertos sin naves
de regreso.
(Son unos versos de “Coplas a la muerte de mi tía Daniela”, de Vázquez Montalbán.)
En general, creo que ver reflejada nuestra propia emoción es una vivencia placentera. Y esto resulta también predicable de las emociones dolorosas. Aunque no nos gusta el dolor, sí nos gusta que alguien sea capaz de poner en palabras su propio dolor: eso que siente y se asemeja tanto a lo que nosotros, a veces, sentimos.
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3 comments:
El dolor es un territorio extraño e inhóspito.
Esta espera de agosto se me está haciendo muy muy laaaaaarga.
Bienvenido de nuevo!
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