Ve un perro atropellado.
Detiene el coche. Baja.
Se acerca a la cuneta.
Comprueba que aún respira.
Lo carga con cuidado.
Tapicería en la sangre.
Luego un veterinario en la ciudad más próxima.
El CORAZÓN hace la uve con los dedos.
La RAZÓN pone cara de derrota
pero por dentro aplaude también el resultado.
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